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Alternativas sostenibles

A estas alturas creo que he dado suficientes razones, tanto objetivas (A favor de la energía nuclear) como éticas (Residuos nucleares: una larga hipoteca) para no considerar a la energía nuclear una opción viable para resolver los desafíos del cambio climático y nuestra dependencia energética. ¿Hay, entonces, solución a ambos problemas?. La respuesta es sí, aunque no en singular: hay soluciones.

Se pueden clasificar estas soluciones en tres grandes apartados:
1º) Reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)
Es el objetivo que se ha plasmado oficialmente en el famoso Protocolo de Kioto. Aunque existen opiniones que afirman que este acuerdo supone un freno al progreso económico, debería observarse, al contrario, como una oportunidad. La reducción de emisiones pasa por una optimización en el uso de la energía, cuya generación descansa principalmente en los combustibles fósiles. Lo realmente anti-económico es el derroche de cualquier factor productivo; y la energía es uno importante. Por tanto, la búsqueda de mejoras en los procesos que consumen energía (¿acaso hay alguno que no lo haga?) es la respuesta más ortodoxa, económicamente hablando.

Desde el punto de vista del consumidor privado también es aplicable esta receta. ¿Y qué puede significar el ahorro individual en el inmenso océano del consumo energético?, habrá quien se pregunte. Mirado desde ese punto de vista puede parecer poco (más allá de la satisfacción personal de haber hecho lo que se crea correcto) pero si se multiplica por millones de individuos el resultado es más significativo. Baste recordar que las grandes conquistas del ser humano (democracia, sufragio universal, progreso social...) han comenzado siempre por la acción de unos pocos inconformistas.
2º) Reducción de los niveles de CO2 en atmósfera
Si los efectos del cambio climático comienzan a hacerse notar y es totalmente imposible detener totalmente la emisión de GEIs no queda otra que reducir la presencia de éstos en la atmósfera. Más allá de las soluciones tecnológicas de “secuestro de CO2” que requieren unas condiciones geológicas que normalmente no existen en las ubicaciones de las industrias productoras de dióxido de carbono, la naturaleza creó hace millones de años un sistema muy eficaz: las plantas. De hecho gracias al proceso de fotosíntesis del reino vegetal existimos. Y no sólo por su predominante posición en el ciclo de los alimentos, sino porque la fijación de CO2 que realiza, permite las condiciones para la existencia del reino animal (al que, aunque a algunos moleste, pertenecemos). De hecho en el Protocolo de Kioto los bosques son considerados sumideros de CO2 porque las plantas lo absorben de la atmósfera y lo convierten en compuestos sólidos que pasan a formar parte de su naturaleza. Por tanto, el respeto a las distintas formaciones vegetales así como su promoción y desarrollo, no es sólo una obsesión ecologista sino un objetivo totalmente racional.
3º) Uso de fuentes energéticas sostenibles
Por sostenible entiendo que pueden existir más allá de nuestra egoísta existencia y que no ocasionan efectos laterales negativos. Básicamente existen dos fuentes que reúnen estas características:
a) Procedentes del sol. Son mucho más que la tecnología fotovoltaica. La energía del sol es el origen de la inmensa mayoría de las fuentes energéticas que conocemos: eólica, hidráulica, solar térmica y eléctrica, bio-masa, combustibles fósiles... La clave es dispersar la generación eléctrica, lo que, además, contribuye a la reducción de pérdidas por transporte de electricidad. La energía eléctrica producida a partir del sol puede también utilizarse para la producción de hidrógeno para uso en transporte (el gran devorador de petróleo).
a) Energía nuclear. ¡¿Pero cómo?!¿No se había descartado esta opción? Hablo de la energía nuclear de fusión que, aclararé para los más puntillosos, también produce componentes radioactivos aunque en una menor cantidad y con una vida reducida. Aún es una tecnología experimental pero la fecha para la entrada en funcionamiento del primer reactor (ver proyecto ITER) no es tan lejana: 2016.

Se puede alegar que estas alternativas sostenibles no son actualmente viables para la sustitución de los combustibles fósiles. Son muy caras (dígase la energía fotovoltaica y la hipotética de fusión) y, en general, tienen rendimientos bajos. Pero, en cuanto al coste, es solucionable con una economía de escala, es decir, cuando la implantación de estas teconologías aumente a niveles que hagan despreciable los costes de investigación y de riesgo que las inversiones en estas soluciones tienen asociados. Y en cuanto a los rendimientos, como se verá en entradas futuras de este blog, avanzan muy rápidamente.

Como resumen diré que la clave para encontrar la solución es “pasar de la concentración a la dispersión”: pequeñas aportaciones individuales que, en su conjunto, son una gran aportación colectiva.

A favor de la energía nuclear

Como decía en el post que iniciaba esta serie (El nuevo debate nuclear) existen muchas voces que postulan a la energía nuclear como opción para los problemas asociados a la creciente necesidad energética de nuestra sociedad. Sus argumentos son los siguientes:

1º) La energía nuclear contribuye a la reducción de las emisiones de CO2 y a la solución al cambio climático.
La energía nuclear como fuente para la producción eléctrica no genera CO2. Por tanto, la sustitución de combustible fósil por nuclear en la generación de electricidad reduciría la emisión de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el mayor porcentaje (59,7%) de consumo de productos petrolíferos es final [1], es decir, sin transformación, por ejemplo, en el transporte, industria… La energía nuclear sólo permitiría sustituir un 13% de combustibles fósiles con uso en la producción eléctrica. Se podría argumentar que es posible cambiar las fuentes energéticas de los vehículos por opciones basadas en la electricidad (bien mediante baterías, bien con pilas de hidrógeno o éste como combustible, alternativas que, a la postre, necesitan electricidad para su realización). Surgiría entonces otro problema: las reservas de uranio (el combustible nuclear) en el mundo [2] permiten el suministro durante unos 50 años (al ritmo de consumo actual). Si se sustituyeran los usos de los combustibles fósiles, estas reservas claramente se agotarían a un ritmo mucho más rápido. Si a esto se añade que la construcción de una central puede llevar cerca de 10 años, se daría la paradoja de terminarlas cuando no quedase combustible con el que alimentarlas.

2º) La energía nuclear disminuiría la dependencia energética de España
España posee minas de uranio al contrario que yacimientos de petróleo. Por tanto, puede obtener el combustible nuclear.
Bueno, esto es cierto a medias. Efectivamente, existen reservas de uranio pero la calidad del mineral es baja y sus costes explotación la hacen inviable. De hecho, España importa todo el uranio que consume desde el 2004 [3]. En cuanto al argumento de que los países con mayores reservas son democracias consolidadas (Canadá y Australia) tampoco es un consuelo si se recuerda el final de la argumentación del punto 1º (reservas escasas).

3º) Las centrales nucleares son muy seguras
La Sociedad Europea de la Física, en su informe de posicionamiento Energía para el futuro: La opción nuclear concluye que: "Los reactores nucleares modernos, con base en tecnologías demostradas y que utilizan sistemas avanzados de prevención de accidentes (incluyendo los elementos de seguridad pasivos), hacen que un accidente del tipo Chernobil y sus consecuencias sean prácticamente imposibles".
Es, en mi opinión, una afirmación aventurada y, paradójicamente, poco científica. Imposible no existe en ciencia (y prácticamente imposible es subliminalmente igual a imposible) sobre todo cuando el ser humano es autor de las medidas de seguridad y de su aplicación. Nuestra especie ha demostrado ser muy inteligente pero no ajena a errores. Y la gran mayoría de los accidentes, sean nucleares [4] o de otra naturaleza, tienen su causa en un error humano. Esto no hace que se pare el progreso pero hay que ponderar que un error asociado a elementos radioactivos tiene unas consecuencias demasiado importantes como para arriesgarse a apostar por esa lotería.
Aparte de los accidentes, no hay que olvidar, desgraciadamente, el fenómeno del terrorismo fanático que ha probado poder llegar a objetivos míticamente imposibles (11-S). Las centrales nucleares y los almacenes de residuos pueden atraer a mentes perturbadas sin ningún tipo de temor.

4º) Existen soluciones para los residuos nucleares
Entre estas soluciones están el "Almacenamiento Geológico Profundo (AGP)" y la "transmutación".
El AGP [5] consiste en almacenar los residuos nucleares de alta actividad (y vida de miles de años) en localizaciones geológicamente estables.
Es la clásica solución chapucera de "esconder la suciedad debajo de la alfombra". No sé si recordarán, a principios de los años 80, cuando a alguna "lumbrera" se le ocurrió que la solución a los residuos nucleares era hundirlos en el océano en fosas marinas [6]. La justificación de estas soluciones pasa por explicar que la basura radioactiva se guarda en recipientes "indestructibles", calificación ésta que no se compadece con la implacable acción degradadora de la naturaleza.

En cuanto a la transmutación, o fisión asistida [7], es una idea teórica que, básicamente, consiste en realizar el proceso de fisión de los residuos nucleares mediante un acelerador de partículas de forma que se obtienen dos beneficios: por una parte se consiguen elementos resultantes cada vez más estables (menos radioactivos) y se puede obtener energía neta del proceso.
Como idea es magnífica pero, hoy por hoy, sólo existe sobre el papel. Creo que se debe seguir investigando en esa línea, sobre todo porque, se construyan o no nuevas centrales, existen ya residuos que son un grave problema. Mientras tanto, no se puede fiar a una teoría los efectos colaterales de la proliferación nuclear.

5º) La posición antinuclear en España es hipócrita: compramos a Francia energía eléctrica procedente de la nuclear

Este es un argumento tramposo y demagógico. Efectivamente, el saldo de intercambio eléctrico con Francia es negativo (importamos más que exportamos). Sin embargo, el saldo total con nuestros vecinos es positivo [8]. Por otra parte, no se puede elegir la fuente que produce la energía eléctrica que compramos. Por último, el hecho de que, en términos absolutos, importemos de Francia y exportemos a Portugal o Marruecos, se debe a las ubicaciones de las centrales generadoras y a las necesidades puntuales.

Conclusiones:

1ª) La energía nuclear no es una alternativa real a los combustibles fósiles.
2ª) Como he intentado explicar en mi anterior mi post (Residuos nucleares: una larga hipoteca) el mayor problema de la energía nuclear es la peligrosidad y persistencia de los residuos generados.

Alguien a estas alturas puede objetar, con toda razón, que hasta el momento sólo he expuesto inconvenientes pero ninguna solución a los problemas de la dependencia energética de España y del cambio climático. En mis próximos posts explicaré las opciones que, en mi opinión, son mejores que la nuclear.

Enlaces de interés

http://www.greenpeace.org/espana/campaigns/energ-a-nuclear/posicionamiento-de-greenpeace

http://weblogs.madrimasd.org/ciencianuclear/archive/2008/05/29/93247.aspx
http://www.ree.es/

NOTAS
[1] Cuadro 1.5. Serie histórica del consumo de energía final en España, pag. 25 y 26. Energía 2008.
[2] Cuadro 3.14. Reservas de uranio, pag. 132-134.
Cuadro 3.15. Estimación de las necesidades de uranio en el mundo, pag. 135-137. Energía 2008
[3] Cuadro 3.13. Producción de uranio en el mundo, pag. 130.
Cuadro 3.14. Reservas de uranio, pag. 132. Energía 2008
[4] http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Accidentes_nucleares_civiles
[5] http://es.wikipedia.org/wiki/Almacenamiento_geológico_profundo
[6] Noticia de El País
[7] http://es.wikipedia.org/wiki/Fisión_asistida
[8] Informe del sistema eléctrico en 2007, capítulo 8, pag. 6. Red Eléctrica de España (REE).